En pocos días se cumplirá un año desde aquella fría madrugada en que el
corazón del compañero Mauri dejó de latir. La sangre que en él se congeló,
a muchxs nos hierve desde ese minuto.
Nos cuesta mirar y analizar con “distancia” todo lo que ha ocurrido desde
entonces. Quizá por la propia vorágine de la guerra social, que en su
pulso particular tiene a muchxs compañerxs sorteando las garras del
enemigo, día con día, batalla tras batalla. Quizá también porque la
“distancia” implica una calma y una paz que muy pocas veces viene
aparejada con la muerte de una amigo, de un hermano, de un compañero.
No, nuestro recuerdo, nuestro análisis del escenario actual no tiene paz
y aún invocando la calma, muchas veces ésta no viene. Porque la ausencia
es grande y la herida muy profunda. Todxs quienes hayan perdido a unx
compañerx en el fragor de la batalla comprenderán lo que hablamos, por
desgracia no planteamos nada nuevo.
Los años de lucha son también los años de tragedias, proezas, batallas,
derrotas, y victorias. Como superar las heridas que ello deja sigue siendo
una incertidumbre gigante y nosotrxs continuamos en la búsqueda de esa
respuesta.
Los corazones que siguen sangrando son el reflejo material de aquello
tantas veces planteado: la lucha contra el poder no es abstracta, se lleva
a cabo por compañerxs de carne y hueso (lamentablemente por la fragilidad
de la vida y afortunadamente por las particularidades que quienes viven le
agregan).
Las ideas, las posiciones de lucha y ofensiva no mueren (ese es el empeño)
pero quienes las empuñan sí y esa tragedia (para quienes la sienten) no
puede ser analizada desde la abstracción de la estadística.
Nos sangra la memoria por la pérdida del compañero y nos palpita urgente
la necesidad de defender su recuerdo, de tender una mano solidaria a
quienes son sus cercanos y a quienes comprenden y dimensionan la
destrucción tras su muerte. Destrucción de tranquilidades, de proyectos,
de afectos, de relaciones. Cuando un compañero muere luchando en una
acción ilegal, el escenario de combate cambiará inexorablemente para
quienes le sobreviven.
El escenario cambia no porque cambie el enemigo, que con mil rostros
diferentes sigue siendo el mismo: el poder, la explotación, dominación y
el principio de autoridad. Las situaciones se modifican porque el entorno
se transforma, la presencia policial/civil es permanente y burda (sin
mencionar sus torpes y evidentes movimientos), las cámaras, los focos,
seguimientos, controles, allanamientos, disparos y una intimidad que bien
se asemeja en momentos a la casa de vidrio.
Ese fue/es nuestro cotidiano, pero ninguna incomodidad se equipara al
hecho de saber que nuestro hermano no avanza a paso firme en esta vida,
por ello buscamos respuestas e historias que nos recompongan y nutran la
sonrisa.
Y en ese ir buscando, aparece claro el hecho de que Mauri es mucho más que
el accionar en que perdió la vida, de eso no tenemos dudas. No se reduce a
esos minutos su paso por este mundo, pero tampoco podemos ignorar y
abstraernos de cómo fue que miró de cara a la muerte.
Mauri es mucho más que la acción directa, pero innegable resulta lo
fusionado que estaba aquello con su vida. Si no comprendemos el equilibrio
que debe mantenerse, que la acción no opaque la vida del compañero ni que
este a su vez anule el accionar, no se comprenderán jamás las razones que
llevan a alguien a arriesgar su vida y su existencia en la lucha por sus
convicciones. Apelar al equilibrio en este tema es lo único que le dará
proyección al combate.
A casi un año de haber visto su foto en los noticieros, a un año de
guardar el llanto en los bolsillos para enfrentar con dignidad el huracán
policial que se nos venía encima, no podemos si no emocionarnos. Cerrar
los ojos y volver a sentir los gritos de lxs compañerxs enviando apoyo, el
olor de las fogatas y las sirenas policiales resonando hasta el infinito.
Endurecimos el pecho para enfrentar ese tiempo nefasto.
La cacería se desató en venganza, lo sabíamos, no hubo sorpresa, pero
jamás esperamos que tantxs y diversxs compañerxs viniesen a solidarizar,
entendemos aquello como un acto de saludo a Mauri, como forma de honrarle
mientras la prensa escupía insultos e Internet se llenaba de estupideces.
Las respuestas internacionales fueron ocurriendo una tras otra, en una
sucesión de variadas acciones que buscaban desbordar la autoridad y hacer
presente a Mauri en todo proceso de lucha, no como un icono sino como un
compañero más, uno más, que a pesar de ya no estar presente físicamente,
el recuerdo de todxs lo mantiene tan presente como siempre.
Propaganda, acciones directas, foros, actividades, publicaciones, muchas
han saludado su vida toda, muchxs han recordado la forma en que encontró
la muerte. Esa respuesta internacionalista nos da fuerza y emociona a la
vez que nos impulsa a reforzar los lazos, a hacerlos fuertes como garra de
león, porque la lucha colectiva contra el poder requiere la
descentralización del conflicto, su reproducción y contagio.
Destruir el olvido, recordando vidas, combates y muertos es también
nuestra propia lucha cotidiana. La memoria no solo es importante emocional
y anímicamente, sino que es la esencia que le entrega continuidad
histórica al combate llevado adelante por tantxs rebeldes inconformes a lo
largo de siglos de explotación. Por ello recordar se transforma en un acto
revolucionario solo cuando lleva intrínsico el deseo de continuar la
ofensiva en todas sus formas, así este ejercicio de memoria va otorgando
informalmente dirección y proyección a la lucha que llevamos adelante.
Punky Mauri, hermanito lindo, seguimos orgullosos en abierta rebeldía,
contentos de haber cruzado nuestros caminos, extrañándote y creyendo ver
tu rostro entre la gente. Llenamos tu recuerdo de honor guerrero contra
toda autoridad.
Nuestro camino sigue con fuego incandescente, con esas llamas que te
gustaba que llegaran hasta el infinito.
Te extrañamos mucho.
Por la expansión de la revuelta, por la memoria y la acción.
Compa Mauri Presente.
Centro Social Okupado y Biblioteca Sacco y Vanzetti.
$antiago $hile. Mayo 2010.
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